19 d’abr. 2009

Tinieblas

Andaba por el medio de la calle, aparentemente sin miedo a nada. Eran las 2.21 de la madrugada, y no pasaba casi nadie por la calle. Sólo pudo ver un coche con tres borrachos y el conductor con cara de paciencia. Caían gotas, unas gotas frías pero cálidas a la vez, que le golpeaban la cara lentamente con suaves carícias. Le encantaba esa sensación. De repente, se dio cuenta de que la lluvia también tiene sentimientos, y que empezaba a sentir ira. Se paró enmedio de la calle, contemplando la escena, la calle vacía pero llena a la vez. La suave brisa que hacía un rato hacía que su pelo danzara, también había recobrado fuerza, poco a poco, hasta convertirse en un viento furioso. Los árboles de la avenida también danzaban, suavemente, como si se movieran a cámara lenta. Sintió la soledad fluyendo por sus venas, como si de su propia sangre se tratara. Le pareció que las hojas se oscurecían, y que el movimiento era cada vez más lento. Era muy fantasmagórico. Empezaron a pitarle las orejas, y se sintió un poco confundida, pero no quitó la vista de aquél árbol. Hasta que se mezcló otro pitido en su oreja, se giró, y sólo pudo ver un coche, esta vez con los cuatro ocupantes borrachos, que la hacía saltar por los aires con un golpe sordo. El viento se volvió a convertir en brisa, y el árbol danzó lentamente, como si de una danza fúnebre se tratara.

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