21 de maig 2010

Ivan y Rainbow: Reflexiones post-mortem

Mi vida cambió un frío y nuboso día de invierno, a mis nueve años de edad. La nieve no cesaba su blanco y lento llanto, y yo la miraba, enamorado, apoyándome con mis codos en el alféizar de la ventana. Y mi pez payaso también la miraba, desde su pecera, junto a mí, pensativo como yo, pero con un deje de preocupación en su mirada acuática.
- Ivan, ¿qué miras con tanta pasión y abstracción?
- Me pregunto dónde estará el abuelo. Mamá me dijo que estaba en todas partes, que era parte de la nieve que cae, parte del calor que traspasa mis poros, parte de la luz que me permite ver. ¿Tú crees que el abuelo está cayendo en forma de copitos de nieve para volver con nosotros al menos hasta fundirse, y que luego se evapora y vuelve al cielo tranquilo por saber que estamos bien?
- Podría ser, Ivan, pero yo te puedo explicar lo que sí sé ciertamente. Cuando una persona muere, no sabe lo que le va a pasar después de perecer. Para saberlo, hay que experimentarlo, pero una vez muerto, ¿cómo contar a los demás tu experiencia? Yo he visto muertos, y te puedo explicar lo que ellos no cuentan. Tu abuelo está ahora aquí, escuchándonos. No lo ves, porque sólo está su alma, pero nos oye y se preocupa mucho por ti. Le duele no poder abrazarte ni hablarte, ni contarte como es el cielo. Pero sí se podría comunicar contigo, tal y como lo ha hecho conmigo. La diferencia está en que tú eres un humano… y yo un pez.
- Entonces, Rainbow, ¿mi abuelo está aquí? Y aunque no lo pueda tocar… ¿podríamos comunicarnos?
- Así es, Ivan. Todo depende de él.


Ahora tengo sesenta y dos años, y me acuerdo mucho de mi abuelo cuando tenía esa misma edad. Pero también me acuerdo de mi pez Rainbow y de lo que me hizo descubrir. Algo que me cambiaría para siempre.
Nadie sabe qué hay detrás de la muerte. Pero mi abuelo me lo contó.
Del mismo modo que había la curiosidad por saber qué hay después de morir, una vez muertas, las personas tenían el mismo tipo de temor, pero aún peor: si se comunicaban con una persona viva, esa persona moriría; recibiría su mensaje, pero moriría. Al querer comunicarse con gente querida, pero no querer que nadie amado perezca, ningún difunto se atrevía a dar el paso. Pero mi abuelo se hartó de huir de la posible fatalidad. Él creía que después de la muerte no había nada, y se encontró con una nueva y muy distinta vida. Así que decidió no creer en las creencias populares y guiarse por su instinto. Fue así como decidió comunicarse conmigo… escribiendo un mensaje para mí, mientras yo hacía los deberes, en una esquina de mi libreta de quinto curso de primaria. De algún modo, sabía que no me pasaría nada. Y así fue. Nos comunicamos por escrito, y quizá sólo eran imaginaciones mías y me convencí yo solito de verlo, pero empecé percibiendo una sombra, aunque en vez de negra era blanca, y cada vez que nos escribíamos desafiando a la autoridad popular, veía más nítido hasta que distinguí a mi abuelo. Un día, de tan real que parecía, quise abrazar el aire. Pero tuve la sensación que incluso el aire que rodeaba a mi abuelo me quería abrazar también.
Él siempre me acompañó, en la vida y en la muerte, y es así como aprendí a no creer en lo que la mayoría de gente cree, a ser diferente y tomar mis propias decisiones y determinaciones, a sentirme orgulloso de quién soy.
Porque siempre habrá alguien que lo aprecie, sea en este mundo o en cualquier otro.





Aprofitant el nom del protagonista, inspirat en una persona especial de la que ahir (quan vaig escriure aquesta història-reflexió) era l'aniversari... FELICITATS IVAN ^^

19 de maig 2010

SÁBADO: Ilusión... doble significado

Era el temblor de un sueño inalcanzable. El temblor de su cuerpo, el temblor de su deseo más vivo. Tenía un sueño y un deseo, ambos eran ambas cosas. Estaba a las puertas de su sueño, micrófono en mano y su pie en el altavoz, gritándole así ella "Quema!". Quema, arde, enciéndete como se enciende mi piel al vomitar en forma de decibelios todas las quemaduras y puñaladas. El mismo ardor de la pasión sonora, un ardor diferente al de las quemaduras y al de la verosimilitud de las historias de su cerebro; ese ardor se le extendia hasta la punta de cada dedo, recordándole que, al menos en aquellos momentos, ella también era humana. Los cuatro eran humanos.
Luego silencio. Algo raro, aunque familiar, se asomaba por la comisura de sus labios, ardientes aún por la voz, y de los demás; algo comúnmente llamado sonrisa, pero sincero. También en sus ojos se notaba esa sonrisa... pero nadie se daba cuenta del poder revelador de los éstos, porque ¿qué ve la gente en unos ojos, sino su color?
Aquél día era el más esperado de la semana. Con el festival sonoro en aquél invernadero apartado, volvía a su "hogar". Como un militar que regresa con su mujer y su niño después de haber luchado donde el sol nace mientras su familia ya merienda, como una víctima de secuestro que es devuelta con sus seres queridos, ella volvía allí donde alguien la quería, allí donde ella misma era alguien. Por la mañana los tres (y el micrófono), por la tarde los seis (y el proyector). Seis personas diferentes que eran capaces de hacerla sentir humana y viva, que le recargaban las fuerzas después del infierno. Lo demás, ya no importaba. No hacía más que destruirla, pero los cuatro y los seis lo compensaban.
Luego, vuelta al infierno. Desconexión.

"Me conocéis de verdad? Lo dudo. Soy una ilusión, una invención. Aunque a medias y con desperfectos, existo un solo día a la semana. Para cuatro y seis personas. Sólo existo los sábados."

2 de maig 2010

Dream Theater - The Count of Tuscany

Could this be the end?
Is this the way I die?
Sitting here alone?
No one by my side

I don't understand
I don't feel that I deserve this
What did I do wrong?
I just don't understand



¿Podría éste ser este el fin?
¿era este el modo en que moriré?
aquí solo sentado
Sin nadie a mi lado

No lo entiendo
No siento que me merezca esto
Qué hice mal?
simplemente no lo entiendo