5 de març 2010

Hotch 5x09 CM

El hombre de piedra llora. El hombre de hielo se desespera.
El agente especial de la Unidad de Análisis de Conducta del FBI ya no se mueve con sigilo y planificación, sino que sus movimientos son bruscos y casi espasmódicos. Sus ojos, negros como el agujero del más hondo de los pozos, se llenan de los destellos brillantes de las lágrimas nacientes. Lágrimas que nacen para no morir jamás, para acompañarlo toda la vida, reemplazando su pérdida. Como si en un cielo nocturno aparecieran mil estrellas de repente… pero en sus ojos llueve sin cesar.
El hombre de piedra se ablanda, el hombre de hielo se derrite.
Se seca las lágrimas absurdamente con la manga de la camisa ya no perfecta sino sucia y arrugada. Entonces, en su cara deformada por el dolor y la desesperación, la sangre de su ropa se suma a la de sus múltiples cortes y a los restos del llanto.
Conduce impulsivamente. Dirige la vista al móvil, que aún emite luz después de la última llamada. Él, ella y el niño. Disparos. Impotencia.
Le tiemblan las piernas, y le duelen por el temblor, pero aún le duelen más por el esfuerzo que hace al intentar conducir y no sacudir las piernas con tanta brusquedad. Su esfuerzo no da fruto.
Llega a la casa. Su casa, donde había vivido tanto tiempo con ella y el niño. Sin él, sin disparos. Sólo él mismo, con ella y el niño. Y él mismo iba y volvía del trabajo, a veces cerca y a veces lejos, pero siempre volvía. Y les regalaba las únicas sonrisas que podía mostrar. Sólo para ellos, para ella y el niño. Ahora los volverá a ver, después de tanto tiempo. Pero no podrá mostrar una sonrisa. Quizá estén muertos.
Para el motor, saca las llaves del contacto, saca la pistola, abre la puerta, sale del coche, corre hacia la puerta, la abre, apunta con la pistola, mira hacia un lado, hacia otro, se dirige a la cocina, siempre cubriéndose, coge la linterna, prosigue. Hay rastros de sangre en la salita, que siguen hasta las escaleras. Sube las escaleras, tiene miedo. Miedo de encontrarse con el único ser capaz de romper su eterna serenidad, miedo de encontrarse con un cuerpo sin vida. Aún estando acostumbrado a ver seres humanos inertes, ver a sus seres queridos en ese estado sería algo muy distinto. Pero aún conserva esperanza. Es casi lo único que le da fuerzas; lo otro es la venganza.
Llega arriba, a la habitación. En una esquina de la imagen enmarcada por la puerta del cuarto, dos pies femeninos ensangrentados, sólo un zapato negro de tacón. Que esté inconsciente. A medida que avanza, ella se va volviendo entera. Que esté inconsciente. Tumbada en el suelo, vestida, manchada de sangre y sudor de lucha y nervios. Que esté inconsciente. Sus largas piernas, su falda, su vientre, su pecho, su cuello. Su cuello con un agujero en el centro. Y sangre, mucha sangre. Un espejo a su lado le muestra dos zapatos de hombre que supuestamente están puestos a su dueño. Detrás de la cortina. Dispara múltiples veces, con rabia, con descaro, con ansia, con malicia, con locura, con ganas de matar. Cae un cuerpo, envuelto con la fina tela de las cortinas. Silencio. Se agacha lentamente, aún apuntando al bulto de ropa con la pistola, unos segundos que se vuelven una eternidad. Destapa el cuerpo, tumbado boca abajo. Lo gira y entonces lo ve. Las balas incrustadas en el chaleco anti-balas. Él abre los ojos y sonríe maliciosamente y se abalanza sobre el hombre de fuego, que a penas puede verle el rostro. Lucha entre llamas.
El cuerpo de ella los observa con desaprobación, fría, los ojos abiertos como platos, las pupilas dilatadas, ojos vacíos. Pistola, cuchillo. De una mano a otra. Ruedan escaleras abajo. Pistola cae. Cuchillo prueba ambas carnes, pero no se queda con ninguna. Finalmente, le hace compañía a pistola. Ambos son sustituidos por las manos, los puños, la cabeza y todo lo que sea suficientemente duro para que duela. Lucha feroz, apasionada, personal, a muerte.
El hombre huracán lo agarra y caen contra la mesa, rompiéndola. Ambos al suelo, sin aliento. Él reacciona y le propina un derechazo en toda la cara. Luego coge un cenicero de cristal y lo estampa en la cabeza del hombre agonizante, que parece vencido, tirado en una esquina. Él recupera el cuchillo y dice frases sueltas, pretende hacerle daño. "Cuando acabe contigo, voy a encontrar a ese hijo bastardo que tienes, voy a enseñarle a sus padres muertos y le voy a decir que todo fue por culpa tuya". Pero el hombre de llanto se gira y lo golpea con toda su fuerza. Después de unos cuantos golpes, consigue dominarlo. Se sienta encima de él y lo golpea sin parar. Imágenes y recuerdos lo atosigan sin parar, como una lluvia de ácido que le va comiendo el cerebro poco a poco, muy lentamente. Todo el mal que aquél ser ha causado, todo el sufrimiento que le ha provocado, el hombre tornado lo transforma en sangre, dolor y luego impulso. Simple impulso.
Llega su compañero. “Está muerto, déjalo ya”, le susurra. Los golpes siguen. Los gemidos y lamentos del hombre trueno desgarran el ambiente mortífero. Lo tienen que apartar del horrible ser. Incluso muerto sonríe maliciosamente.
Suelta el cuerpo, los bordes sucios de la americana, más viva que el ser al que abriga. Se dirige hacia ella. La abraza, sin contenerse el llanto. El hombre de piedra ya no es de piedra. El cuerpo duro, rígido, frío, sucio, ensangrentado, que tiempo atrás había estado tierno, cálido y puro. Por una vez no es él el reacio a mostrar cariño, sino al contrario. Todo un logro, si no fuera porque ella está muerta. Sus lágrimas se mezclan nuevamente con la sangre ya seca del cuerpo. Nunca más la verá, la oirá, la sentirá. Nunca más gozará o sufrirá su compañía. Nunca más.
La mira por última vez. Está hermosa con el pelo oscuro, pero la prefería rubia. No por el color en sí, sino porque, si nada de esto hubiera ocurrido, ella no se hubiera tenido que teñir el pelo ni cambiar de nombre. Y su hijo tampoco. Su hijo. En un último impulso, suspiro u golpe de energía va hacia su despacho. Un último recuerdo también lo asalta. Abre el cofre acolchado donde, cuando aún era de piedra, cuando aún eran una familia unida, el niño se escondía para sorprenderlo mientras trabajaba. “Te ayudo con el caso, como siempre, papá”. Lo coge y lo abraza fuertemente.

5 comentaris:

  1. Un spoiler! :P
    Això s'avisa ;)
    je je
    Nah, que ha valgut la pena llegir-ho. Per com està escrit :)

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  2. Homeeee! Tu sols captar els meus missatges, xato :P El títol és Hotch 5x09 MC... MC ja s'entén, i Hotch encara més. Per tant... temporada 5 episodi 9! :O Si no l'havies mirat, t'avisava en el títol! :D Però estic segura que ja ho havies pensat ;)

    Per cert. Gràcies per ser un lector incondicional. T'ho agraeixo més del que et penses (K) :)

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  3. Doncs... per ser sincer el títol em va semblar molt raro i no sabia massa d'on baixava. Suposo que perquè feia un cert temps que no veia Mentes...
    Però després de pensar-hi una mica ho vaig deduir (com no, si em motiven els enigmes i els misteris ;)
    Tot i així vaig seguir endavant. I sí, estava sobre avís. I no, encara no he vist aquest episodi :P
    Però no em podia resistir, en realitat ;)

    Les gràcies, a tu. Al capdavall, sóc jo qui disfruta del que escrius. I això és el que compta :)

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  4. AAAA! Ja deia jo que semblava de peli.....
    mmmmmmmm per tant es un capitol de mentes Criminales..... dncs a mi tmb m'has fet un spoiler!! xD


    Genial! un 9'839765923981!!

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  5. Más ! Más ! Máaaaas! Queremos más!

    (veus de fons) ueeeeeeeeeee!!!

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