En el umbral de la vida conocí a la muerte.
Era bella, sufridora y de cuerpo inerte,
mas en cruzármela dijo con ojos ardientes:
“Viva me siento después de verte”.
Jugueteando con su oscuro pelo
y mirándome de reojo con frío anhelo
prosiguió: “Muerte me puso de nombre el cielo,
mas Vida soy según el pequeño Enero”.
Mi corazón entonces fue atravesado,
mas Amor no había sido, se hallaba a mi lado.
Recuerdo me miró frío y malvado,
pues sabía que yo a Enero había matado.
“Pobre Enero, pequeño y triste amante
de la Muerte –o Vida-, su diamante.
Toda una vida tenía por delante,
toda una muerte sufrió por amarte”
“Por mí mataste a Enero pero solo no pudiste.
Yo, la Muerte, decido quien de tierra se viste.”
Muerte me tendió un espejo, y vi mi cara triste,
la cara de Enero pensando: “Sucumbiste!”
Un nuevo año comenzó, preso de Vida,
de Muerte y de Amor. Muerte vivía,
Vida moría y Amor la revivía.
Y Enero sus doce meses viviría,
cambiando su nombre cada treinta días.
Y a los doce meses de nuevo sucumbiría
a la Muerte –o Vida-, que nunca moriría.
19 de jul. 2011
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